Aguafuertes ambientales: "Un puerto demasiado lejos"

Por Ricardo Luis
Mascheroni.  
Se acuerda de la famosa película de guerra (como decíamos años atrás, ahora llamadas bélicas), titulada “UN PUENTE DEMASIADO LEJOS” o “UN PUENTE LEJANO”, que relata el mayor desastre aliado de la 2° Guerra Mundial, producto de la improvisación, mala elección del lugar, falta de conocimiento, impericia y exceso de optimismo de parte de jefes y comandantes, que dirigían la operación denominada “Market Garden”.

Como en toda guerra, los que mueren son los soldados, raramente los jefes, que casi siempre son condecorados, más allá de haber perjudicado a miles de personas.

Parafraseando su título y transpolando algunas de sus incidencias, lo sucedido podría aplicarse al proceso de desbarate y posterior intento de traslado del puerto de Santa Fe.

Para quien durante décadas ha defendido la necesidad, de que la ciudad de Santa Fe, retuviera su puerto de ultramar en su emplazamiento actual, la realidad, le ha propinado una derrota apabullante y contundente a sus deseos.

Pese a ello, habiendo observado el desenvolvimiento de los hechos y circunstancias, el resultado final, no me ha tomado por sorpresa, por cuanto tenía la convicción que estábamos ante la “crónica de una muerte anunciada”, ya que la impronta de la década neoliberal del ’90 y su zaga actual, así lo dejaban entrever.

Las sucesivas leyes de provincialización, municipalización y privatización encubierta a favor de los negocios inmobiliarios, a lo largo del tiempo lo han confirmado plenamente.

En estos años, demasiados y poderosos intereses se confabularon para ello, y la ciudad en su conjunto (entidades intermedias, fuerzas vivas, dirigencias políticas, etc.), más allá de honrosas excepciones, no lograron generar los anticuerpos necesarios para hacer una causa común, que evitara el desguace. Sin contar que las defecciones de algunos, los intereses egoístas y sectoriales de otros y la corrupción, extendieron el certificado de defunción del otrora “Puerto Preciso”.

Como en la película, las bajas son de la ciudad, pero unos pocos comandantes citadinos, fueron condecorados y como en toda campaña, lograron fabulosos negocios en torno a la valiosa tierra del ex puerto de Santa Fe.

Algunos sin dudas se podrán vanagloriar de haber matado dos pájaros de un tiro, ya que por un lado se desactivó una importante herramienta de progreso y desarrollo de la región, sobre todo en estos años de aumento del tonelaje exportado, en favor de las multinacionales de los agronegocios y sus puertos privados del cordón rosarino y por el otro, la apropiación privada de millones de dólares de tierra pública, por parte de empresas y desarrolladores inmobiliarios.

Nuestro puerto ha naufragado, como pronosticaba en una nota de mi autoría publicada en el diario “El Litoral”, el viernes 29 de enero de 1999, pág. 12, titulada “Puerto de Santa Fe: Hundido”, y en torno a la millonada de dólares, hagamos un cálculo sencillo: del total de la superficie del puerto; casi 50 has de los mejores terrenos de la ciudad, en cuanto a altura, servicios, conexión vial, etc., se destinaron a emprendimientos privados.

Ese área constituyen 500.000 m2, que en el mercado inmobiliario tiene un valor aproximado a los 1.000 dólares el m2, resultando un total de 500 millones de dólares (o sea $ 5.000.000.000), que la ciudad transfirió a un reducido grupo de personas o empresas, sin beneficio alguno para la misma.

Resulta muchas veces inexplicable, cuando no sospechoso, que se hable tanto de los negociados de los amigos del poder en Santa Cruz, Boudou y otros, y tan poco de los de Santa Fe.

Para colmo, muchos, en forma inocente o no tanto, se dejaron encandilar por los anuncios, que como luces que atraen a los insectos y terminan quemándolos, decían que el producido de esas concesiones sería el motor para el traslado y construcción del nuevo puerto sobre el cauce principal del río Paraná.

A esa zanahoria delante del burro, los corifeos de toda laya le contaban sus loas, incluidos los dirigentes políticos y empresariales, lo que permitió la convalidación de todas estas maniobras de desarme y vaciamiento del centenario puerto.

Los años pasaron y el pescado siguió sin venderse, como diría mi abuelo, y los desaguisados de los sospechosos de siempre, que nunca se hacen cargos de sus fracasos, llevó a que el gobierno debiera anunciar el fiasco de la última licitación. Hecho que muchos intuían o sabían, ya que el proceso de la misma, mal concebido e irresponsablemente instrumentado, estaba condenado de antemano y el desastre final era inevitable.

Salvando los 15 años de distancia, se vuelve a repetir la historia, con otros actores y en otras circunstancias, pero con el mismo argumento que le llevó a decir al empresario Oscar Sarsotti, allá a fines del siglo pasado: “los pliegos de concesión del puerto santafesino constituyen una maniobra tramposa”, por lo que cualquier comentario adicional sobra.

Sobre las rendiciones de cuentas y la plata presuntamente recaudada por las concesiones, hay más dudas que certezas, lo mismo que sobre el futuro puerto, más allá de todos los nuevos cantos de sirenas.

Sin embargo, como en el hecho bélico referido, el puerto se ha transformado hoy, estropicio mediante, en la operación “Market Garden”, donde florecen los verdes.

Lo dejo para que lo piense y me despido hasta la próxima AGUAFUERTES.

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