Luciano, de 11 años, es uno de los tantos alumnos que sigue de manera responsable cada indicación que le dan sus profesores. Lo hace con esfuerzo y dedicación. Él quiere estudiar.
“Hay que hacer una obra de arte”, se dijo. Pero en su humilde hogar no hay cartulina de colores, ni marcadores, goma para pegar ni revistas para recortar, acuarelas o brillantina. Con la ayuda de su hermano menor de tan solo cuatro años salió al patio de su casa. ¿Qué materiales podía usar para hacer la tarea? Frente a sus ojos había arena, barro, ladrillos, algunas ramitas sueltas. ¡Eso iba a usar! Con toda su imaginación puso manos a la obra y dio vida a un enorme dinosaurio. Usó tierra, mezclada con agua para delimitar el cuerpo del animal, unos palitos en reemplazo de las garras y los dientes, el color estuvo presente de la mano del polvo de ladrillo que sirvió para las espinas del lomo.
El toque final, la firma. Con los palitos restantes escribió su sobrenombre en mayúscula: “Tano”.
Fuente: Infobae
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