El perro ya se muriĆ³

Por Miguel Angel
Santos Guerra.  
Nos encontramos en perĆ­odo de exĆ”menes. Lo cual quiere decir que hay un tiempo para el aprendizaje y otro diferente para la evaluaciĆ³n. Esa prĆ”ctica se ha instalado en las escuelas y en las universidades en forma de rutina. Una prĆ”ctica mediante la cual los alumnos y las alumnas afrontan la etapa del rendimiento de cuentas de sus aprendizajes. Hay que dejar de aprender para comprobar si se ha aprendido. Toca estudiar. Toca hacer exĆ”menes, de un tipo u otro. Mala costumbre que convierte la evaluaciĆ³n en el momento crucial del proceso de enseƱanza, separado  del aprendizaje. Todo conduce a convertir en esencial la hora de la evaluaciĆ³n, el momento de los resultados. Todo lleva a que se considere mĆ”s importante aprobar que aprender.

Si tienes suerte y te preguntan lo Ćŗnico que has estudiado, consigues el Ć©xito. Si tienes mala suerte y te preguntan aquello poquito que has dejado de estudiar, cosechas un contundente fracaso. Si te bloqueas, si te duele la cabeza, si te pones nervioso, si no entiendes las preguntas, si no das con las claves de lo que demanda el evaluador…, todo el proceso quedarĆ” convertido en un desastre. Aunque hayas aprendido, aunque hayas disfrutado, aunque hayas ayudado a otros a aprender, aunque lo aprendido te haya hecho mejor persona… El resultado de la prueba final es lo Ćŗnico que importa.

He prologado un hermoso libro de Enrique Bono (Aljibe) que iba a tener un tĆ­tulo incisivo: ¿Aprobar sin aprender? La Editorial lo transformĆ³ en “Aprobar o aprender”. Me gustaba mĆ”s el tĆ­tulo original. En cualquier caso, el libro es excelente para responder a la cuestiĆ³n.

No me gusta esa divisiĆ³n del calendario en tiempo de aprendizaje y tiempo de la comprobaciĆ³n. Porque la evaluaciĆ³n ha de ser continua, no ha de separarse del tiempo de aprendizaje.

Me sorprende que algunos docentes defiendan esa prĆ”ctica en etapas inferiores argumentando que es necesario preparar a los alumnos para que puedan hacer estos exĆ”menes cuando llegue el momento de que sean inevitables. Es como dedicarse a preparar la guerra en lugar de dirigir los esfuerzos a conseguir la paz. SerĆ­a mĆ”s lĆ³gico tratar de eliminar esos procesos empobrecidos de evaluaciĆ³n que someter desde pequeƱos a los niƱos a esa tortura. El equivocado planeamiento serĆ­a el siguiente: hagamos voluntariamente ahora las cosas mal para que alcancen el Ć©xito cuando tengan que hacerlas obligatoriamente. Se trata de entrenarse para lo que no deberĆ­a hacerse.

Uno de los problemas de la evaluaciĆ³n es el  tipo de tareas intelectuales que se demandan. Porque una evaluaciĆ³n de naturaleza pobre genera un proceso de aprendizaje pobre. El Ć©xito en la escuela se alcanza a travĆ©s de la evaluaciĆ³n. El alumno tiene que acomodarse a ella. Si se exige solo repetir, el trabajo se centrarĆ” en la memorizaciĆ³n, se comprenda o no lo que se repite.

En un aula, dice Doyle,  puede haber tareas intelectuales de diferente tipo: memorizar, aprender algoritmos, comprender, analizar, comparar, opinar, crear… Todo el mundo estarĆ” de acuerdo en que esas tareas estĆ”n ordenadas de menor a mayor potencia. Todas son necesarias, pero unas tienen mayor envergadura intelectual que otras. Si preguntase de quĆ© tipo de tareas hay mĆ”s en las evaluaciones, creo que muchos dirĆ­an que son mĆ”s numerosas las de menor categorĆ­a intelectual. Hay mĆ”s tareas pobres que tareas ricas en la evaluaciĆ³n. Por consiguiente, lo mĆ”s trabajado en la preparaciĆ³n de la evaluaciĆ³n son las tareas menos valiosas.

Me cuenta Emma, una magnĆ­fica profesora de Lengua de Mendoza (Argentina) que, hace algĆŗn tiempo, pidiĆ³ a sus alumnos que escribiesen una frase en la que apareciese el verbo yacer en cualquiera de sus formas.

Uno de sus alumnos escribiĆ³ la siguiente frase: “A la orilla de la calle el perro ya se muriĆ³”.  Le dijo dĆ³nde radicaba el error y le agradeciĆ³ que le hubiese hecho reĆ­r. TambiĆ©n le explicĆ³ por quĆ©.

Las historia de la evaluaciĆ³n educativa estĆ” llena de estas pequeƱas joyas en las que aparece el ingenio como fruto de la falta de comprensiĆ³n y de la asimilaciĆ³n de la norma lingĆ¼Ć­stica.

Uno de mis alumnos, cuando era yo profesor de Primaria, empezĆ³ asĆ­ una redacciĆ³n que les habĆ­a pedido como ejercicio expresivo: “Aquella maƱana, el prĆ­ncipe saliĆ³ cabalgando en todas las direcciones”. Es obvio que no pudo hacerlo, pero me pareciĆ³ una forma maravillosa de expresar la idea del autor de que el jinete querĆ­a ir a todas las partes.

Me preocupa el carĆ”cter repetitivo que tienen muchas pruebas de examen, frente a la posibilidad de valorar la creaciĆ³n, el ingenio y la inventiva.

Es cierto que la escuela tiene la misiĆ³n de transmitir el conocimiento elaborado a lo largo de los siglos. Y esa tarea requiere de los alumnos el esfuerzo de la asimilaciĆ³n. Como el caudal de saber es inmenso (y cada dĆ­a se multiplica y profundiza) el tiempo resulta insuficiente. Pero, precisamente por eso, se hace necesario buscar espacios para la creaciĆ³n y la invenciĆ³n. El alumno tiene que saber que tambiĆ©n Ć©l puede ser un creador, un inventor, un investigador, un explorador.

Recuerdo la sorpresa y la incredulidad de mis alumnos universitarios cuando un aƱo les dije, al comenzar el curso, que su tarea no iba a consistir solo en asimilar las teorĆ­as y conocimientos elaborados por otros autores. Ellos iban a tener como compromiso intelectual  escribir un libro fruto de sus investigaciones y de sus reflexiones. No se lo creĆ­an.

El libro se publicĆ³ en la colecciĆ³n Elementos Auxiliares de Clase (EAC) con sus nombres en los capĆ­tulos correspondientes. (Siempre me ha parecido un abuso de poder el poner a trabajar a los alumnos para que luego publiquen los docentes). El libro se titulĆ³ “Investigar en OrganizaciĆ³n” y como autores figurĆ”bamos el profesor y los alumnos de cuarto curso. Nominatim.

Uno de los capĆ­tulos de ese libro se titula “Contrastes espaciales”. Aparecen en Ć©l fotografĆ­as diversas del espacio y del mobiliario de su aula. Y, a continuaciĆ³n, varias fotografĆ­as de la Sala de Juntas del Equipo de Gobierno. Los autores analizan luego esos contrastes.

Por cierto, despuĆ©s de muchos aƱos, el Servicio de Publicaciones de la universidad de MĆ”laga, estĆ” realizando en estos dĆ­as una ediciĆ³n digital de la obra ya que existe demanda de ella por parte de profesores y alumnos de la asignatura.

Repetir lo que otros han descubierto requiere una estrategia de estudio y de memorizaciĆ³n. Me sorprende la reiteraciĆ³n con la que quienes atacan el pensamiento pedagĆ³gico nos achacan el repudio de La memoria y el rechazo del esfuerzo. La memoria es esencial para el ser humano. Lo que decimos es que no tiene sentido memorizar contenidos inertes.  El esfuerzo es necesario para el aprendizaje. Pero se hace mejor el esfuerzo en la medida de que tenga un sentido.

La evaluaciĆ³n debe ser un proceso enriquecedor, no mecĆ”nico y cargado de angustia. Debe ser un proceso presidido por la racionalidad y la justicia. Debe demandar las actividades intelectuales mĆ”s potentes y debe estar indisolublemente unido a la enseƱanza y al aprendizaje.

Publicado en http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/ el 18 de junio de 2016.

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