MecanizaciĆ³n del pensamiento

Por Miguel Angel
Santos Guerra.  
Hace muchos aƱos llegĆ³ a mis manos un experimento de Abraham S. Luchins que luego he reproducido muchas veces en clases y conferencias. Lo he incluido en mi libro “Ideas en acciĆ³n. Ejercicios para la enseƱanza y el desarrollo emocional” (publicado el aƱo pasado en la Editorial Homo Sapiens de Rosario, Argentina).

Se trata de realizar ocho sencillos ejercicios matemĆ”ticos consistentes en conseguir una cantidad operando con otras tres (nunca se dice que hay que utilizar necesariamente las tres) que brinda el experimentador.  Este hace en voz alta los dos primeros, que actĆŗan como ejemplos de soluciĆ³n. Resuelven el problema y, ademĆ”s, se convierten en el modelo para resolver.

PondrĆ© un ejemplo: Con 21, 127 y 3 hay que  obtener 100. Y se les indica que la respuesta es 127 menos 21, menos 3, menos 3=100. Tomando el mayor, restando una vez el siguiente y dos veces el tercero se obtiene la soluciĆ³n. La fĆ³rmula es muy sencilla: A, menos B, menos 2C.

Luego, los sujetos realizan cuatro ejercicios mĆ”s en los que casi de forma inexorable repiten la fĆ³rmula utilizada por el experimentador en los dos primeros. Al final se realizan dos ejercicios crĆ­ticos. Veamos el Ćŗltimo. Con 15,  39, y 3 hay que obtener 18. En este caso se puede operar de dos maneras: una es la que se ha venido utilizando en los seis anteriores: 39 menos 15, menos 3, menos 3=18. La otra es mucho mĆ”s fĆ”cil: 15 mas 3=18, pero casi nadie la ve. Se han habituado a la soluciĆ³n compleja. Han mecanizado su pensamiento. No han visto la soluciĆ³n sencilla.

Resulta que en seis ejercicios, estando en situaciĆ³n de alerta, las personas mecanizan una forma de actuaciĆ³n compleja que les impide ver la mĆ”s fĆ”cil. Cuando alguno cae en la cuenta de que se puede resolver tambiĆ©n de una forma mĆ”s sencilla,  suele utilizar las dos o descartar la simple, por creer que hay que reproducir la forma propuesta o que hay que utilizar los tres nĆŗmeros, aunque no se haya exigido. Les da seguridad el hecho de copiar el modelo.

Se ven sorprendidos por la ceguera que ha producido la mecanizaciĆ³n. Les pregunto: ¿quĆ© tal veinte aƱos resolviendo de la misma manera las cuestiones? ¿QuĆ© tal si, ademĆ”s, se premia la forma tradicional de actuar? ¿QuĆ© tal si se hubiesen habituado a la soluciĆ³n fĆ”cil?

¿CĆ³mo resuelven los sujetos los  dos problemas crĆ­ticos? SegĆŗn cuatro criterios que se refuerzan entre sĆ­:

- Como se plantea en el modelo propuesto: los participantes resuelven los ejercicios 7 y 8, como el experimentador resolviĆ³ el 1 y el 2. La fuerza de los modelos, cuando son muy potentes, no deja margen a la innovaciĆ³n, al pensamiento divergente Hay que reproducir el ejemplo. He visto muchos cuestionarios de evaluaciĆ³n del profesorado. La mayorĆ­a de ellos reproduce una forma tĆ­pica de ser profesor, un modelo estandarizado que deja poco margen para la discrepancia.

- Como han solucionado los anteriores: los ejercicios 7 y 8 se resuelven como el 1, 2, 3, 4, 5 y 6. Es decir segĆŗn la fuerza de la rutina, que es el cĆ”ncer de las instituciones. ¿CĆ³mo lo haremos? Como el aƱo pasado. ¿CĆ³mo lo solucionaremos? Como siempre. ¿CĆ³mo lo hacemos?  Como habitualmente lo hemos hecho.

Lejos de cuestionar lo que se hace, se acepta como criterio de buena actuaciĆ³n aquello que siempre  se ha hecho, que ha dado soluciĆ³n a los problemas hasta el momento.

- Como todos lo solucionan: este es un ejercicio que, cuando se realiza en grupo, hace posible echar una miradita a quienes estĆ”n al lado. Cada uno comprueba que los demĆ”s estĆ”n dando la misma respuesta. Algunos hacen casilleros en los que colocan ordenadamente los nĆŗmeros. El pensamiento que se genera es el siguiente: si todos lo estamos haciendo de la misma forma, todos lo estamos haciendo bien.

Alguna vez he estado tentado de decir a algunos sujetos antes de comenzar el ejercicio: cuando lleguemos al 7, haced en la hoja el signo una gran integral o la matriz de una raƭz cuadrada. El estupor de quienes estƔn al lado no se harƭa esperar.

- ¿Por quĆ© haces eso? No es necesario. Basta restar.

- Como permiten las circunstancias, dado el escaso tiempo disponible de que disponen para hacer los dos Ćŗltimos: en efecto, yo concedo solamente unos segundos para realizar los ejercicios 7 y 8. Si el experimentador dijese que disponen de cinco minutos, que pueden trabajar en grupo y que se premiarĆ” al que vea otra forma de soluciĆ³n diferente a la anterior, todos caerĆ­an en la cuenta de la forma sencilla de resolver el problema. Y, al sobrarles tiempo, buscarĆ­an otras caminos de soluciĆ³n novedosa. Una cosa es decir: como se salga usted del camino trazado tendrĆ” un castigo y otra: si encuentra usted un camino nuevo tendrĆ” un premio.

Lo que estoy queriendo decir con estas reflexiones es que hay que buscar caminos para la innovaciĆ³n, que hay que cuestionar la forma de intervenir en la soluciĆ³n de los problemas. La innovaciĆ³n no surge si no se formulan preguntas y las preguntas no surgen si no se pone en tela de juicio lo que se hace. Hemos visto algunas causas que matan las preguntas (influencia del modelo, rutina,  presiĆ³n social y malas condiciones). Hay mĆ”s, claro estĆ”.  Algunas son personales, como la comodidad, que responde al principio siguiente: pudiendo no hacer nada, ¿por quĆ© vamos a hacer algo? TambiĆ©n frenan la innovaciĆ³n el escepticismo, el fatalismo y el pesimismo que  siembran el desaliento antes de comenzar. La desesperanza es el gran enemigo de la mejora. Las mas experiencias vividas, el cansancio, la pereza intelectual son obstĆ”culos a veces insuperables.

Hay quien tiene miedo a equivocarse si empieza un camino nuevo, pero no pone en cuestiĆ³n la forma habitual de hacer las cosas. Es mĆ”s, dan como criterio de bondad el hecho de hacerlo como siempre se ha hecho. En el experimento las formas de actuaciĆ³n previas a los ejercicios crĆ­ticos daban un buen resultado. No sucede siempre lo mismo en la vida,.

Hay tambiĆ©n dificultades institucionales. Hay organizaciones que obedecen al lema: hagĆ”moslo como siempre mientras no se demuestre que hay otra forma de hacerlo mejor. Otras, sin embargo, responden al lema contrario: hagĆ”moslo de forma diferente, salvo que se demuestra que la tradicional es la mejor. La fagocitosis de los inmovilistas respecto al impulso innovador de los inconformistas es otro obstĆ”culo muy poderoso. La invocaciĆ³n de la experiencia con Ć”nimo destructivo: “eso ya lo intentamos hace aƱos y no valiĆ³ para nada…” . Y por supuesto, las malas condiciones de tiempo, de espacio, de estĆ­mulos…

Hay climas institucionales en los que la innovaciĆ³n no puede florecer porque las preguntas se agostan antes de formularse. La cultura de algunas organizaciones estĆ” dominada por la rutina y por las tradiciones, de manera que se hacen  hermĆ©ticas a los interrogantes y, por consiguiente, a la mejora.

Publicado en http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/ el sƔbado 6 de agosto de 2016.

Publicar un comentario

0 Comentarios