Voley Estrella del Sur

LA INSOLENCIA DE LOS QUE AMAN

                                                                                                                                   Lucas Arcidiacono


Tras la puerta de ingreso, la oscuridad. Al final del pasillo largo y estrecho, una luz y un sonido chillón, que provenía del barrer de una escoba de pajas con la que “Pali” intentaba hacer marchar a la basura las cáscaras de semillitas de la noche anterior, echando al cesto la fiesta, para volver a la cocina de un nuevo entrenamiento.

Aferrarse a una idea, quizás a un sueño y perseguirlo, es lo que se propuso un día Pablo García, como no le gusta que lo llamen, y Miguel Candela, cuando tomando mates en la puerta de su casa, quisieron cambiar la realidad que hace años veían.

El voley de su club, de Estrella del Sur, se desmembraba en su propio caldo, había que actuar, y pronto. Las paredes avejentadas por la humedad y el paso del tiempo, amenazaban aminorar la marcha como un tren que oxidó con el tiempo y las luces como velas a punto de derretirse sumaron puntos a la hora de patear el tablero.

Cambiar la realidad institucional y estructural fue el comienzo, al que se sumarian muchísimas personas diferentes con algo en común, amar al club y a este deporte tan noble. Proponerse algo y no descansar hasta lograrlo, dejar al voley de Estrella en lo más alto, por propio merito, con lo que hay, como se puede, con sacrificio, con ganas, sin descanso, con insolencia, con pasión, sin excusas, a pura sangre, a lo Estrella.

¿De pasado? Tres años. Mil noventa y cinco días, seis torneos disputados, tres veces, entre los mejores cuatro equipos de una liga en crecimiento. Un estadio renovado, un tablero que ya no se puede patear. Las luces, encandilan todo a su paso. Un salón con equipamiento de gimnasio, ganas, garra, un equipo en la cancha, minivoley, un conjunto deportivo, publico alentando, una familia.

Tal vez, algunas cosas parecían obvias, como una maldición perpetua que predestinaba a seguir conformándose con poco, pero ellos no lo creían, al menos no eran concebidas así, desde lo indiscutible, desde lo preestablecido.

¿De presente? Una especie de amnesia que afecta a los protagonistas, a la familia del voley del sureño, que sigue corriendo la rueda vertiginosa para cambiar la historia. Que borre los mandatos de una vez por todas, que no los deje mirar hacia atrás, que les cubra los ojos como cuando la carrera es larga, porque es el único camino posible para que el pasillo oscuro, vuelva a estar iluminado y que la oscuridad sea siempre pasado, porque es el único camino posible para no quedarse a medio caminar.